lunes, 24 de junio de 2019

Sin blanca en París y Londres



¿Por qué hay vagabundos? Es curioso, pero muy poca gente sabe qué es lo que empuja a un vagabundo a echarse a los caminos. Y, debido a la creencia en el vagabundo-monstruo, se aventuran razones de lo más peregrinas. Se dice, por ejemplo, que lo hace para no trabajar, o porque así es más fácil mendigar, o para buscar oportunidades para cometer algún delito o incluso — por absurdo que parezca— porque le gusta. He llegado a leer en un libro de criminología que el vagabundo es un atavismo, un vestigio de la época  nómada de la humanidad. Y, entretanto, la causa más evidente del vagabundeo está delante de nuestras narices. Por descontado que el vagabundo no es un atavismo nómada; o lo mismo podría decirse de un viajante de comercio. Los vagabundos vagabundean, no porque les guste, sino por la misma razón que un coche circula por su carril: porque hay una ley que los obliga a hacerlo. Un indigente, si no recibe ayuda de su parroquia, solo puede encontrarla en los albergues para vagabundos y, como en ellos únicamente le admiten por una noche, tiene que estar todo el tiempo en movimiento. Es un vagabundo, porque, de acuerdo con la ley, o va de un sitio a otro o se muere de hambre.
«Ellos se lo han buscado» como se hace normalmente con los vagabundos es tan injusto como si se dijese de los tullidos o los enfermos. Si se entiende esto, resulta más fácil ponerse en el lugar del vagabundo y comprender cómo es su vida. Una vida extraordinariamente fútil y desagradable.

lunes, 12 de febrero de 2018

El curioso incidente del perro a medianoche

Hoy, entrando al ebook he visto cómo llegar a las citaciones... a las cuales no sabía cómo tener acceso. Parece ser que me cogieron el ebook a finales de 2012 y me escribieron en el libro que me estuviese leyendo en ese momento. Sólo ponía una nota que decía así: 'lauri, cuando llegues aqui acuerdate de mi'

Y qué curioso, que sea justo en este libro, al cual tengo tanto cariño. Uno de mis favoritos, sin duda... ¡justo tenía que ser éste el elegido!

Pondré pues una parte de la página marcada que casualmente, también es muy idónea:
El señor Jeavons decía que a mí me gustaban las matemáticas porque son seguras. Decía que me gustaban las matemáticas porque consisten en resolver problemas, y esos problemas son difíciles e interesantes, pero siempre hay una respuesta sencilla al final. Y lo que quería decir era que las matemáticas no son como la vida, porque al final en la vida no hay respuestas sencillas.
Obviamente me sigo acordando de ti, y mucho.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Fahrenheit 451

Respirar el mejor polen del mundo, el polvo de los libros, que desencadena alergias literarias!

"Vagabundos por fuera, bibliotecas por dentro. No lo planeamos en un principio. Siempre había alguien que quería recordar un libro, y así lo hacía. Luego, después de veinte años, nos encontramos, fuimos de un lado a otro, unimos los hilos sueltos, e ideamos un plan. No debíamos olvidar lo más importante: no éramos importantes. Debíamos evitar toda pedantería. No debíamos sentirnos superiores a nadie en el mundo. No éramos más que cubiertas protectoras de libros; ése era nuestro único significado. Algunos de nosotros viven en pueblos. El capítulo primero de Walden de Thoreau en Green River; el capítulo segundo en Willow Farm, Maine. Hasta hay una aldea en Maryland, de veintisiete habitantes, que es los ensayos completos de un hombre llamado Bertrand Russell. Ninguna bomba tocará esa aldea. Uno puede, casi, tomarla en la mano, y pasar las páginas, tantas páginas por persona. Y cuando la guerra termine, algún día, algún año, podrán escribirse los libros otra vez; se llamará a la gente, una a una, para que recite lo que sabe, y los guardaremos impresos hasta que llegue otra Edad de las Tinieblas, y tengamos que rehacer enteramente nuestra obra. Pero eso es lo maravilloso en el hombre; nunca se descorazona o disgusta tanto como para no empezar de nuevo. Sabe muy bien que su obra es importante y valiosa."


"─Escuche ─dijo Granger tomándolo por el brazo y caminando con él, apartando los matorrales para que pasara─. Mi abuelo murió cuando yo era un niño. Era escultor. Era además un hombre muy bondadoso, dispuesto a querer a todo el mundo. Ayudaba a limpiar la casa de vecindad, hacía juguetes para los niños, y un millón de cosas. Tenía siempre las manos ocupadas. Y cuando murió, comprendí que yo no lloraba por él, sino por todas las cosas que hacía. Lloraba porque nunca volvería a hacerlas. Nunca volvería a labrar otro trozo de madera, ni nos ayudaría a criar palomas y pichones en el patio, ni tocaría el violín de aquel modo, ni nos contaría aquellos chistes. Era parte de nosotros, y, cuando murió, todos los actos se detuvieron, y nadie podía reemplazarlo. Era un individuo. Era un hombre importante. Nunca pensé en su muerte. Sí en cambio en todos los objetos labrados que nunca nacieron a causa de esa muerte. Cuántas bromas faltan ahora en el mundo, cuántas palomas que sus manos nunca tocaron. Mi abuelo modelaba el mundo. Hacía cosas en el mundo. Con su muerte el mundo perdió diez millones de actos hermosos.
...
-Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo que hagas -decía-, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.»
Granger movió una mano.-Mi abuelo me enseñó una vez, hace cincuenta años unas películas tomadas desde cohetes. ¿Ha visto alguna vez el hongo de una bomba atómica desde cientos de kilómetros de altura? Es una cabeza de alfiler, no es nada. Y a su alrededor, la soledad.»Mi abuelo pasó una docena de veces la película tomada desde el cohete, y después manifestó su esperanza de que algún día nuestras ciudades se abrirían para dejar entrar más verdor, más campiña, más Naturaleza, que recordara a la gente que sólo disponemos de un espacio muy pequeño en la Tierra y que sobreviviremos en ese vacío que puede recuperar lo que ha dado, con tanta facilidad como echarnos el aliento a la cara o enviamos el mar para que nos diga que no somos tan importantes.»Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío -decía mi abuelo- algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser.» ¿Se da cuenta? -Granger se volvió hacia Montag-. El abuelo lleva muchos años muerto, pero si me levantara el cráneo, ¡por Dios!, en las circunvoluciones de mi cerebro encontraría las claras huellas de sus dedos. Él me tocó. Como he dicho antes, era escultor. "